Hacía calor. Un calor sofocante. Hacía ya varias horas que el sol se había ocultado tras la tarde más larga y calurosa del año, y yo seguía sin poder dormir, contemplando las mariquitas que se habían posado en mis lechugas para darse un buen banquete a base de pulgones.
(Continuará…)
Pingback: solfas
Pingback: Roberto