Corren tiempos de crisis.

 

Y corren mucho, porque en estas latitudes a nuestros gobernantes le ha dado por sacar la podadora de derechos fundamentales y poner el abono en las plantas de los bancos y los mercados.  Recordemos que estas últimas (las ortigas mercantiles y las cicutas bancarias) son las que crearon la situación que vivimos y siguen asfixiando este huerto, así que lo llevamos claro.

 

Resulta muy significativa la tardanza de los llamados agentes sociales, entre ellos los sindicatos, en reaccionar y la aparente sumisión de la ciudadanía a estos recortes, quizá asombrada por los excesos de los grandes poderes (políticos, jueces, eclesiásticos y monarquía).

 

Aun así, siempre se atisba un rayo de esperanza, y no, no me refiero a la presidenta de la comunidad de Madrid.

Dejando a un lado las bromas, parecen existir movimientos como el 15-M y otras plataformas que, lejos de presentar alternativas, al menos se levantan contra este despropósito que pretende dejarnos con algo menos que lo justo para vivir.

 

Entre esas voces se echa de menos una, que en los últimos años dio guerra por los derechos que consiguió y los avances en el reconocimiento. Ahora también esta en peligro, pero se calla.

 

¿Dónde están las organizaciones de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales? ¿Acaso no se ven afectados? ¿Acaso no temen una marcha atrás a pasos agigantados?

 

Señores, déjense de carrozas y fiestas…¡vuelve la lucha! Porque sino podemos perder lo poco que conseguimos, porque además de homosexuales somos personas y porque cuando hay situaciones de crisis todo lo que supone reconocer la diferencia corre peligro de ser ridiculizado, insultado, exterminado. Ya han empezado con la inmigración, los primeros en pagar el pato siempre, cuidado, se acercan…

 

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