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Levantó las manos y las acercó a los ojos, esos pequeños ojos que cada día veían un poco menos y se cerraban un poco más.  Hacía mucho que no se miraba las manos, ¡cuánto habían cambiado! Los dedos eran mas gordos, las uñas ahora eran grandes y feas y su piel había dejado de ser tan suave como antes. Aún así, le seguían gustando, no eran precisamente bonitas, pero nadie era capaz de imaginar todas las cosas que fue capaz de hacer con ellas, esas dos manos habían sentido, tocado, hecho y visto muchos años. Estaba orgulloso de ellas, eran manos  soñadoras, sabías.

Con ira, decidido, alegre o enfadado, ni siquiera él lo sabía, se puso frente al espejo y  comenzó a gritar a la vejez.

-¿Quién dice que ahora no soy tan bello?¿Por qué envejecer es hacerse feo?,¿por qué mis ojos van a ser ahora menos azules? ¡yo me veo igual de guapo, incluso más, ahora soy mejor persona, he cometido miles de errores, he aprendido de ellos y soy más sabio que nunca! No entiendo por qué  intentas atemorizar a las personas haciéndoles creer que no eres buena. Lo siento, pero yo no soy como los demás, y no voy a permitir que por cinco arrugas mi felicidad desaparezca.¡Me gusta ser viejo! Puedes  agrandarme las orejas si quieres, puedes estirarme la piel y puedes quitarme los cuatro pelos  que me quedan, así no tendré que peinarme. He vivido mucho, pero no lo suficiente. Me quedan miles de cosas por hacer en este mundo y tú no me vas a quitar las ilusiones. Quiero ser tu amigo, si crees que no me gustas te equivocas. Pero te advierto, no permitiré que me quites las ganas de vivir.

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