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Cultivo de setas: ¿alternativa a destrozar los montes?

Hoy he estado leyendo algo sobre gente que se prepara unos cultivos de setas domésticos impresionantes. Se trataba de setas «fáciles» de cultivar como champiñones, pleurotus ostreatus, o shiitake, aunque también me ha recordado los avances que se han realizado durante los últimos años con respecto al cultivo de especies más «salvajes».

La recolección de setas en los montes es para algunos una actividad lúdica que auna la realización de un ejercicio más o menos suave (según cómo se lo tome uno), con un ejercicio mental (para los que tienen inquietudes de ir superándose en sus conocimientos mediante el estudio de nuevas variedades, junto con sus complicados nombres científicos), gran emoción (para los que se han saltado lo del aprendizaje, y prefieren jugar a la ruleta rusa), y una recompensa en forma de manjar (siempre y cuando no se produzca la temida grave intoxicación).

Por otro lado, paralelamente, se produce otro tipo de recolección basada tan solo en el beneficio económico.

En ambos casos, aunque más notablemente en el segundo, se produce un deterioro importante de la naturaleza, no solo por la eliminación de los montes de lo que supone una fuente de alimento importante para numerosos animales, o por la eliminación de los ejemplares cuando no han alcanzado su total desarrollo, con lo que se elimina también la posibilidad de que se reproduzcan y de que aparezcan nuevas generaciones, sino también por los destrozos que se realizan en el sustrato de los bosques y prados, en busca del preciado «tesoro», dañando gravemente el micelio de los hongos que producen esas setas que tratamos de recolectar, y dañando también otras partes frágiles del frágil ecosistema.

Es preocupante el ver que cada vez son más las personas que se van al monte a buscar setas, como si estuviéramos en época de hambruna, y vuelven con más setas de las que serán capaces de comerse (aunque volvieran sin ninguna, el destrozo no dejaría de ser mayúsculo).

También es muy habitual la nefasta práctica de ir destrozando todo lo que no nos podemos comer (no sé si con la finalidad de que no compita con especies que sí que nos podemos comer, demostrando en la mayoría de los casos la total falta de conocimientos sobre las diferentes especies, pero desde luego sin tener en cuenta que también cumple con su función en el ecosistema).

Por otro lado, exceptuando a quienes se acercan a los montes de forma respetuosa con la intención de aprender de la naturaleza, nos podemos encontrar con bastante gente insuficientemente instruida que recoge setas creyendo que son comestibles cuando no lo son, o por si acaso son comestibles, o porque le parecen bonitas, o quién sabe por qué, y después se pueden ver todas esas setas en un montón junto a donde aparcaron el coche o, peor aún, en algún contenedor de basuras. También hay quien se lleva esas setas a casa, y las tiran allí o, peor aún, se las comen sin tener unos conocimientos suficientes como para garantizar su comestibilidad, y fiándose de vagas referencias de libros, o de páginas de internet.

Para identificar correctamente una seta, no vale con leerse un libro de setas, por gordo que sea, y ver a cual se parece más. Hay que contrastar diferentes libros, ya que no he visto aún ningún libro que contenga TODO sobre TODAS las setas, prestando especial interés en las tóxicas con las que se podría confundir la variedad comestible que creemos haber cogido. Es cierto que hay algunas más fáciles de identificar que otras, y que algunas no pasa nada si te las comes pensando que son otras. He visto en muchas tiendas vender diversos tipos de setas como si fueran boletus edulis, y a precio de boletus edulis, cuando en realidad eran setas de mucho menos valor culinario. También he visto a muchos «seteros» (no «micólogos») coger una variedad de setas pensando que se trata de otra. Se la han comido y no les ha pasado nada (suerte que la que han cogido no era tóxica. Algunos no tuvieron tanta suerte), o solamente han sufrido ligeras intoxicaciones.

Hace pocos años me enteré de un caso muy sonado en un mercado de Burgos en el que estaban vendiendo amanita pantherinas (bastante venenosas) como si fueran macrolepiota proceras (buen comestible que se parece a la anterior en su fase inicial). Gracias a un aficionado a la micología que las vio a tiempo, y que llamó a la policía cuando el vendedor se negó a dejar de venderlas porque «las conocía perfectamente», no se intoxicaron unos cuantos ese día. No es lo mismo haberlas cogido muchas veces, habiendo tenido suerte de no pillar ninguna venenosa, que «conocerlas perfectamente» (osea, poder identificar cada uno de los rasgos que las diferencian de otras).

Un consejo: NUNCA TE COMAS UNA SETA POR EL PARECIDO QUE TENGA CON UNA FOTO DE UN LIBRO,  O POR LA IDENTIFICACIÓN QUE TE HAGAN POR INTERNET A PARTIR DE UNA FOTO QUE HAGAS. Te puede servir como orientación para comenzar una investigación más exhaustiva, pero nada más.

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