Deseos para el año entrante: El mundo como tú

Tú y yo son los pronombres originarios. A partir de ellos se genera todo diálogo. En cambio, al hablar de la tercera persona (el, ella, ello) perdemos la inmediatez del . Todo idioma tiene un “tú”, pero hay idiomas que no cuentan con un pronombre de tercera persona (así ocurre en el vasco, que usa en su lugar demostrativos).

En un breve y bello ensayo sobre la relación entre Yo y Tú (Ich und Du), Martin Buber mostró que la relación de iguales que establecemos con un Tú es radicalmente distinta de la relación objetivadora que establecemos con un “ello”. En los últimos siglos hemos considerado el mundo como una suma arbitraria de objetos inertes, un “ello” respecto al que nos sentíamos distantes y superiores. Pero en el mundo de hoy, a la vez que crecen los desequilibrios ecológicos y sociales, crece también la percepción de la interdependencia entre la naturaleza y la cultura, entre el mundo humano y el mundo natural. Sentimos que esta naturaleza acosada y herida es mucho más que un objeto, que tiene valor intrínseco y que incluso puede ser entendida como sujeto. Por lo menos como sujeto de derecho.

Nuestra legislación actual refleja la separación entre la humanidad y la naturaleza y legitima nuestra sensación de superioridad: las leyes reflejan intereses exclusivamente humanos – o exclusivamente de nuestra generación, porque muchas de nuestras motivaciones a corto plazo perjudican a las generaciones futuras. Pero la ley justa, como todo lo verdadero, no se inventa arbitrariamente, sino que se descubre a medida que madura la conciencia de una sociedad. Empezamos a darnos cuenta de que no estamos separados de la tierra, sino que formamos parte de ella. Y por ello hoy se plantea crear una “jurisprudencia de la Tierra” que reconozca también el planeta como pleno sujeto de derecho. Uno de sus impulsores es el norteamericano Thomas Berry, para quien “el mundo no es un conjunto de objetos sino una comunidad de sujetos”.

De simple colección de objetos que había que dominar, la naturaleza empieza a ser un mundo viviente en el cual participamos y con el cual podemos, en cierto modo, entrar en diálogo. Tal vez el mundo responda mejor si le hablamos en segunda persona.

Jordi Pigem, La buena crisis, hacia un mundo postmaterialista.

Pág.158, 159, 160.

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