Creo que antes de comenzar a hablar de técnicas de manejo del suelo, es importante que reconozcamos el contexto en el que nos encontramos, lo que nos ha llevado hasta él, y posibles vías de escape que se abren hoy en día ante nosotros.
A lo largo del pasado siglo XX, y gracias a la utilización masiva de energía procedente de materiales fósiles, y por lo tanto limitados y no renovables, se produjo la llamada revolución verde. Dicha revolución no fue otra cosa que un proceso de industrialización de la agricultura, que permitió que un solo agricultor pudiera trabajar mucha más superficie, y pudiera producir mucho más alimento.
A lo largo de todos estos años de industrialización de la agricultura se han conseguido grandes cosas:
- Potentes máquinas que permiten voltear la tierra a gran profundidad. Dichas máquinas también han permitido trabajar tierras que hasta entonces eran inviables para el cultivo. El agresivo laboreo de la tierra, a su vez, ha producido la muerte de los microorganismos presentes en el suelo, y la des-estructuración del suelo. Además, ha sido muy habitual que los tractoristas volteen la tierra hacia la parte de abajo de las pendientes, por suponer un menor esfuerzo para el tractor, con lo que año tras año la capa más fértil del suelo ha sido literalmente tirada, como si fuera basura, a los cauces de agua o fincas situadas a más bajo nivel. También hay que tener en cuenta que para hacer esos trabajos que requieren de más potencia las máquinas más potentes cuestan más, consumen más, y contaminan más.
- Eficaces insecticidas que permiten mantener el cultivo libre de plagas. De paso, también elimina a la fauna auxiliar que en un ecosistema natural equilibrado se encarga de mantener a las especies consumidoras de los cultivos en niveles aceptables, evitando que se conviertan en plagas. Los insecticidas también pueden llegar a contaminar peligrosamente zonas alejadas de los cultivos, a través del aire o de los acuíferos.
- Eficaces herbicidas, fungicidas, y todo tipo de biocidas, que permiten mantener el cultivo libre de «malas hierbas» y otros seres «indeseables». El uso de herbicidas ha supuesto una gran fuente de contaminación, que ha colaborado eficazmente con la desaparición de biodiversidad, el desequilibrio de los ecosistemas, y la aparición de plagas difícilmente controlables. La aniquilación de muchos hongos y microorganismos del suelo supone un menor acceso de las plantas a los recursos del suelo, y una menor protección contra posibles enfermedades.
- Garantías en la calidad de la semilla. Las grandes multinacionales han conseguido que sus semillas sean las que utilizan la mayor parte de los agricultores en el mundo. Dichas semillas, en la mayoría de los casos están patentadas o no se pueden reproducir por motivo de esterilidad de la planta cultivada, o de hibridación que impide el mantenimiento de la variedad. En muchos casos, los gobiernos han fomentado el uso de esas semillas a través de las subvenciones solamente en casos de utilización de semilla «certificada». De esta forma se ha conseguido que la mayoría de los miles de variedades locales se hayan perdido, para sustituirlas por unas pocas variedades que no se pueden reproducir: es decir, el agricultor es ahora totalmente dependiente del proveedor de semillas. Las multinacionales dedicadas a la venta de las semillas, de paso, y gracias al trabajo de muchas generaciones de agricultores que han ido trasmitiendo y adaptando variedades a las condiciones de su entorno, han guardado infinidad de esas variedades locales para poder ir sacando en el futuro nuevas semillas patentadas.
- Parcelación en grandes fincas, lo que permite facilitar el laboreo, y eliminar toda la maleza que pudiera existir entre las antiguas parcelas más pequeñas. Esto ha permitido que una gran parte de la fauna auxiliar, que mantenía los cultivos libres de plagas (con niveles aceptables), haya desaparecido. También ha facilitado que los cauces de agua sean más rectos, lo que permite que el agua corra rápidamente ladera abajo arrastrando suelo, pudiendo provocar inundaciones con mayor facilidad, e impidiendo que la tierra tenga tiempo de absorberla para que la aprovechen las plantas.
- Grandes ingresos para el agricultor. El terreno de 100Ha que antes era trabajado por 50 o más agricultores, pasa a ser explotado por uno solo. Además, ese agricultor consigue unas producciones por Ha superiores a las que se conseguían antes. A pesar de que los 49 o más agricultores que ya no trabajan la tierra pueden dedicarse a realizar otros trabajos, en caso de que encuentren otros trabajos productivos que hacer, el agricultor que ha quedado vende una producción superior a la que vendían anteriormente, pero a un precio que le es impuesto por los intermediarios, y obtiene unos ingresos que en su mayor parte van a parar a grandes multinacionales que se dedican a la fabricación de maquinaria agrícola, a la producción de gasóleo, abonos químicos, insecticidas, herbicidas, y otros insumos. El balance final resulta muy desfavorable para la economía local.
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Llegados a este nivel de industrialización y dependencia absoluta del petroleo, nos encontramos en un punto que ya algunos predijeron hace bastantes años, en el que el volumen de petróleo que somos capaces de extraer por unidad de tiempo empieza a decaer, lo que se suele denominar como pico del petróleo o «peak oil», mientras que la demanda sigue aumentando. Esto solo puede provocar, como ya lo ha hecho y lo seguirá haciendo, subidas en el precio del petroleo. Este es uno de los motivos por los que muchos agricultores, convencidos del modelo agrícola basado en el uso del petróleo, se ven obligados a buscar nuevas formas de producir que les resulten rentables.
Por otro lado, la industrialización de la agricultura ha llevado a muchos terrenos a la total esterilidad de sus suelos, haciéndolos prácticamente incultivables y desérticos. Esto es debido tanto al laboreo, como a los tratamientos químicos que han dejado el suelo sin microorganismos que faciliten el establecimiento de las plantas. También la forma en la que se ha modificado el terreno, fomentando la reorganización de parcelas en otras más extensas y arables, y descomponiendo las infraestructuras naturales para la regulación de los flujos de agua, han contribuido a esta desertificación y eliminación de la vida en el suelo.
Uno de los motivos para empezar a utilizar técnicas agrícolas menos dependientes de los insumos externos, aparte de los ecológicos, evitar la contaminación, fomentar la biodiversidad…, es que la agricultura convencional basa su modelo de negocio en el uso de energías fósiles (gasóleo, abonos, insecticidas, herbicidas… procedentes del petroleo). Cada vez hay más agricultores convencidos de que es mejor practicar una agricultura menos agresiva con el medio ambiente. A pesar de que aún muchos agricultores siguen confiando en el modelo industrializado, la mayoría de ellos se están empezando a replantear el practicar métodos de la agricultura ecológica porque, ante la llegada del pico del petróleo, con la consiguiente subida de precios de los insumos, el negocio de la agricultura convencional se hace insostenible económicamente (además de que ya era insostenible ecológicamente).
Pronto todos los cultivos serán más ecológicos, en gran parte obligados a buscar la rentabilidad y obligados por normativas, pero espero que también por concienciación de productores y consumidores.