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EL ALBAÑIL.

“El desafío de hacer algo hasta el final, no sé, me encela.”

Juan Navarro Baldewerg

Un juego de herramientas de cantería.

La casa  en construcción ya empieza a formar parte del paisaje. En ocasiones me pregunto sobre las circunstancias de construir.

Lo tenían claro los campesinos cuando se formó el pequeño anejo. Aún lo tienen claro; incluso los que se fueron a vivir a la ciudad y han vuelto para hacerse un piso rosa en el lugar en el que durante muchos años se erigió la casa del abuelo. Una parte de las casas han sido remodeladas con más o menos acierto o son una ruina.

Los campesinos han tenido casi siempre un conocimiento intuitivo del espacio. No hay quien modifique un ápice las manías de los habitantes de estas tierras. Las manías -dice un escritor del exilio- dan sentido a la vida de los viejos (y a la de los campesinos diría yo)

Necesitaban techo y el modelo es bastante explícito en toda la comarca. Los muros son de mampostería bronca recogida del monte cercano o sacada de canteras improvisadas. Los vanos son pequeños para evitar la entrada del frío en el duro invierno o el calor en el verano; eso sí, en la medida de las posibilidades de sus habitantes, los recercan con piedras labradas, así como las esquinas, reforzando la estructura de los amplios muros. El granito es la piedra de la duración. Yourcenar habla en algún lugar de la amistad de las piedras y J. Berger las acerca inteligentemente a la idea de resistencia.

Si una casa no pierde su cubierta no se cae, aunque sus piedras estén fijadas con barro o simplemente “a hueso”. Leo en el cuaderno de notas: es imprescindible impermeabilizar los extremos de los palos que entran en las paredes para evitar que la humedad los pudra.

Los tejados se serenan, tendidos a lo largo de casillas, pajares, teñas o payos con un ritmo elegante y solidario. Techumbres de pendientes no muy pronunciadas y que cobijan varias viviendas. Es turbadora la sensación de quietud de los muros y la movilidad de las cubiertas de teja árabe. La construcción se repite. Una o dos plantas con “sobrao”, cocina, habitación principal, dormitorios y en casi todas, alcobas, (pequeñas salas anejas a las habitaciones de pequeño tamaño y que solucionan la falta de luz.)

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Al menos tres o cuatro propiedades en este largo faldón.

Algunas cuadras forman parte del conjunto. He visto casas muy humildes en las que los animales convivían con las personas y la única separación entre hogar y establo o pajar era un simple zócalo de madera. A un lado la mesa, las sillas, un par de tajos, un escaño y la alacena. Al otro los pesebres. ¿Quién da calor a quien? Recuerdo con intensidad el color vivo del añil que conservaba alguna de las paredes y el blanco sucio por las telarañas.

La chimenea construida con barro y ladrillo tosco, con el lar en suelo formado por una gran losa y otra perpendicular adosada al muro.

Algunos se permitían ciertos «excesos decorativos». Tengo para mí que en la medida en que las casas van alejándose en la fecha de construcción más atención ponían en los detalles: esgrafiados, relieves en cargaderos y frisos, dibujos florales o cruces de origen celta, pájaros, murciélagos….DIGITAL CAMERAY el patio. El sueño de todo urbanitas con idea de comprarse “una casa en el campo”. El patio es la consecuencia de la necesidad de espacio para las labores diarias, la acumulación de leña o el territorio de las gallinas y las plantas decorativas.

Aquí la arquitectura se vale del rumor del agua. Pronto el pueblo será otra vez ese olor esencial a madera quemada. ¡Cómo en estos años ha ido desapareciendo de los pueblos esa mezcla de olores humanos y animales! Pueblos museo, pueblos hoteles, pueblos diseño. Pueblos olvidados de otros, pero no de sí mismos.

Sobrias solerías de piedra en las callejas.

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Un maestro en las solerias con ripios  terminando un callejón. Oficio y paciencia. Espero poder dedicar una entrada más adelante a esta técnica, cuando se presente el tajo oportuno.

Hay pueblos que nacen porque los hombres tienen que proteger a los animales de la intemperie y de otros animales; su origen está en un aprisco.  Hoy sus pajares son vientres abiertos llenos de olvido.

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Posiblemente estas ménsulas nunca llegaron a sujetar un balcón.

Ya lo pensó algún arquitecto: sólo piedra, barro, madera y teja: imagen arquitectónica del silencio. Leo: evitar grandes alturas o dobles sin cerrar. Los espacios con menos volumen se calientan en menos tiempo y pueden ser más acogedores.

En ocasiones, cuando el pueblo esta vacío -como otros de la zona- escudriño entre los cascotes, los trozos de teja, los saúcos, la madera podrida y las ortigas. Aquí no hay… sólo el tiempo detenido y la naturaleza paciente. Me gusta frecuentar la arquitectura de la ruina y el abandono e imaginar.

Con trazos gruesos se dibujan los límites entre las huertas, el monte y las casas.

OLYMPUS DIGITAL CAMERAUn horno en forma de semicúpula con chimenea por cada casa. Son muy comunes las desproporcionas jambas y dinteles de las puertas de acceso a casas, corrales y pajares. Esas piedras o “tranqueros” suponen un esfuerzo y dedicación propios de otro tiempo. Impresiona en muchos casos la tracería de muros y hastiales, con piedras perfectamente encajadas sobre la mejor cara y pacientemente acuñadas.

Hay que fijarse mucho para localizar algunos pueblos desde lo alto de la sierra. Se intuyen las parideras en los altozanos, los almiares. Cuando se está cerca llaman la atención el precario equilibrio de la tejavana o algún tejaroz a punto de caerse. La cuerda de alambre con ropa de trabajo tendida a la solana. Me siento en algún poyo a la sombra, ¿espero que alguien aparezca? (Ya hace algunas semanas que se fueron las golondrinas. Queda algún milano despistado.) Esa chimenea de ladrillo no aguantará este invierno. La parra y el rosal adosados a la fachada.

El campesino es conservador y construir es una cuestión estrictamente utilitaria y doméstica. Cargaderos ciclópeos, ménsulas de piedra para sujetar balcones y solanas. Espacios oscuros y ocultos, guardianes de secretos inconfesables.

El cantero prepara las piedras llave para una casa trabada con la tierra, prendida en la roca viva. El humilde estereótomo indaga. Dibuja arcos sencillos. Barro, cuñas, ripios, narrias, sogas. El olor de la cal. La pureza de lo que se empieza.

Pienso la casa -la construcción paciente de una casa- como un suceso revolucionario, a medio camino entre la tradición constructiva popular y la técnica. Indago en el placer de intervenir con tus propias manos para levantar una casa.

La imagen de una cocina habitada surge de forma súbita, con los basares llenos de botes y utensilios. El hogar encendido cada mañana para cocinar lentamente.

Hay una forma de encauzar esta experiencia y hacerla irrepetible, única: por medio de intercambios equilibrados entre el entorno que recuperas y la conciencia del empleo de los materiales recuperados o modernos. Nota en el cuaderno: atención a la cubierta y al aislamiento general de la casa; puede llevarse una tercera parte del presupuesto.

La casa en construcción ya es un estado de ánimo, un territorio amable para los que, como yo, no encontraron acomodo en otros lugares. Está en ésta comarca al pie de la montaña. No tiene una extensión precisa; es una experiencia fronteriza como la intersección de la biosfera en el espacio exterior, como andar desnudo por el bosque, junto al río a media tarde…. incertidumbre y placer. El otoño extrañamente cálido y fecundo, acompaña.

Me amparo en la naturaleza, los pueblos y sus casas increíbles. Y copio, recojo sus pecios en los vertederos cercanos como chispazos de maestría, minuciosidad y sencillez: piedra, tierra, ladrillo olvidado, canales, cobijas y paciencia; son pedazos de tiempo en los que se labró una puerta o se arañó la marca del maestro tejero en el ladrillo.

OLYMPUS DIGITAL CAMERACasi imagino la vida de otro, mientras espero que se enfríe el café, con algún libro en la mano, o recuperando un viejo banco para poder descalzarme en la entrada.

Voy limpiando la madera centenaria, vetusta y recia de los derribos de otras casas para los cuartones.

Muros de luz. O ventanucos para elegir lo que quieres mirar. Casa abierta. Morada. Naturaleza.

Por ahora nos es más que un sueño iniciático. Observo el espacio que ocupa la luz procedente del ventanal y que desemboca a mitad de la pared, junto al sillón. Leo en el cuaderno de notas: la estufa requiere para el tiro un hueco amplio y coronar la cubierta con un anillo metálico para aislar los materiales combustibles del calor. Se abullonan los visillos delicados con la brisa de cada tarde.

Hay algo extraordinario en la construcción de la casa. Pocos momentos hay tan emocionantes como aquel en que se empieza a construir, para luego enjambrar pequeñas descargas de adrenalina. Tengo que mirar la mezcla de la ceniza y el yeso. Una de cemento blanco, una de cal, dos de arena de río y algo de tierra del lugar.

Es la vida evidente e inmediata. El villorrio, como un galápago tendido al sol, pronto hibernará.

Salud

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