Lo que narraré a continuación podría ser un magnífico argumento para una película, la durísima y brutal experiencia que nos descubre a un héroe escondido en una persona aparentemente normal.
Los hechos ocurrieron hace 17 años y sí, son reales. José María Rey era sorprendido en su trabajo por un accidente, una terrible explosión de la que nadie podría imaginar salir con vida. Las primeras horas fueron un agónico luchar por poder respirar con sus destrozados pulmones. Superada esta crisis por sobrevivir después quedaba por reconstruir el puzzle a que había quedado reducido su cuerpo, resumiendo, múltiples quemaduras, injertos de piel, arterias destruidas, fracturas craneales, tibias y peronés hechas añicos, gemelos internos totalmente desaparecidos, bronquios abrasados, etc., etc.
Al accidente le siguieron seis meses de hospital con injertos de piel y reconstrucciones musculares y óseas. A pesar de los calmantes no soy capaz de imaginarme tanto dolor, he visto fotos de sus piernas literalmente atravesadas por un andamiaje de tubos metálicos, para poder mantener unidos sus huesos reconstruidos. Por supuesto los médicos le garantizaron su destino, estar sentado en una silla de ruedas para siempre.
Fue entonces cuando surgieron los héroes, su familia apoyándole entre lágrimas, y él, el Rey barruntando desde su malogrado trono, el reto de volver a andar e incluso a ¡¡correr!! No tardó demasiado en ponerse en pié, sangrando literalmente por las costuras como en una película de terror, no tardando en dar paseos con muletas, andar, y al tiempo ejercer sin duda con gran dolor (el lo niega) sus primeros trotes.
Pero no contento de levantarse de sus cenizas este fénix humano, está logrando realizar medios maratones por debajo de1h.30m., y finalizar durísimas carreras de montaña incluso de 20 horas de duración. ¿Cómo lo consigue con piernas tan dañadas?, francamente yo no me lo explico.
De José María podría decir que su capacidad de superación no tiene parangón, podría afirmar que jamás conocí a nadie que derribe las dificultades físicas, con una confianza y entereza que asombraría al mejor de los deportistas profesionales, podría y no exageraría lo más mínimo. Pero lo más sorprendente es que este ATLETA (con mayúsculas, sí), comenta su alucinante recuperación como si no tuviera ningún mérito por su parte, la lección de humildad es todo un ejemplo para cualquiera.
Solo con poder conocer a este tipo de personas ya doy por bueno practicar el atletismo, sé que me perdonaréis por lo tanto, si en esta ocasión dedico la despedida en exclusiva a mi amigo. Un abrazo Josemari.
Pingback: Jose Mari
Pingback: Cesar