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1/2 Maratón de Santoña ¡¡CALOR!!

Saludos. En la media anterior me limitaron las cuestas y el viento, y esta vez temía que me “deslavazara” la lluvia, para que finalmente fuera el calor quien me friera como a un triste boquerón. Está visto que a cierta edad casi todo nos viene mal, pero no serán vanas excusas quienes resten segundos al crono, sino el trabajo bien hecho a lo largo de meses y años. Por si alguien puede beneficiarse de mis experiencias competitivas, ahí va un relato de mi última y cruenta batalla.

Diez de la mañana, Santoña, salida de la media en primera fila, bien acompañado por Fabián Roncero, José Fuentes Pila, Alberto Suarez, Irene Pelayo… ¡Jolín, qué calidad! Importante retraso en el pistoletazo de salida, el preámbulo resulta ser un claro presagio de la hecatombe, recalentados los sesos y sudando en la fuerte humedad de las marismas. Desde luego no corremos el peligro de quedarnos fríos (Me lo apunto para otra ocasión, “botellín de agua fresca en salida con sol de justicia”).

¡PAM, a correr! De inmediato nos colamos entre las frescas callejuelas de la villa. Voy bien, galopamos una decena en cabeza de carrera, tan sólo cuatro somos de la media, el resto son dorsales rojos para los 10 kms. Primer kilómetro en 3,20”, se aguanta bien, ya frenarán. 2ºkm en 3,19”, mosqueo, ya frenarán. Tercer km., ¡3,16”!, está visto que lo de frenar no se estila por estos lares. 4ºkm, 3,19”, la junta de la culata comienza a echar humo, ni de coña voy a aguantar estos ritmos. Miro para atrás y no se ve a nadie ¡mierda!, otra vez voy a quedarme solo. Llegamos al malecón, no corre un ápice de brisa, ¡CALOR! Me descuelgo. En quinientos metros he pasado de ser un Ferrari a un carromato viejo, aún así paso por los cinco mil en 16,47”, sólo un espejismo en mi particular travesía por el desierto. Las piernas están razonablemente bien pero los pulmones no dan a basto, comienzan a rebasarme corredores uno a uno, me agarro a ellos durante unas decenas de metros como una sanguijuela venida a menos, pero termino sucumbiendo siempre barbotando la misma coletilla, “si hubiera salido más lento ¡mecagüen..!”

Diez kilómetros, aún por debajo de los 35m pero sigo sin ritmo, y lo que es peor, por culpa de la agitada respiración soy incapaz de beber de los botellines, la señorita deshidratación comienza a echarme los tejos con todo el descaro. Mas como uno ya se conoce, tengo preparada a mi mujer con un sobre de zumo de naranja que me puedo “embutir” a presión. Entrega perfecta, abro y oprimo el envase ¡Otro revés! Resulta que el ácido de los cítricos golpeando la faringe me causa una fuerte quemazón cerrando las vías respiratorias ¡De repente me encuentro boqueando sin conseguir que entre un ápice de oxígeno! Me paro, me doblo sobre la valla, ya no me importa nada excepto aspirar un dedal de aire. Tras unos segundos agónicos que se me antojan eternos, los bronquios tienen a bien abrir el paso ¡Joder qué susto más tonto! (Otro apunte, no consumir sobres con cítricos en competición).
En tales circunstancias no sé si retirarme o continuar, comienzo con un trote para soltar, en mis cavilaciones me topo con el letrero de los 13km, ya sólo quedan ocho para el final ¡Qué leches!, surge mi vena de cabezón irreverente, “esta la termino así se me haga de noche”. No tardo en acelerar a ritmos de 3,35”, ya nadie más conseguirá sobrepasarme en carrera, aunque tampoco consigo alcanzar a la fabulosa Irene Pelayo, primera mujer que consigue batirme en competición. Hasta ahora me vanagloriaba de que ninguna profesional me había ganado ni de lejos, ya no puedo decir lo mismo y cuando me lamenté por ello después, a mi querida mujer no se le ocurre decir otra cosa que, “me alegro mucho de que una chica os haya machacado a la mayoría de los chicos” ¡Hay que joderse! Eso me pasa por prepotente y bocazas.
En fin, lejos de mi última experiencia, el final de esta carrera fue un auténtico suplicio arrastrado desde el kilómetro cinco, una hora de sudor, dolor, sed, asfixia. Al llegar a meta me percato de que no soy el único damnificado, dos corredores en el suelo envueltos en mantas térmicas, las ambulancias escandalosas de aquí para allá ¡Un caos! Afortunadamente parece que todos han sido sustos de límites que no se deberían traspasar.

Por mi parte al final consigo corregir un poco el desastre, 1h 16′ 47», octavo absoluto en la carrera, y primero en mi categoría de mas de 45 años (ni siquiera en esto tuve suerte, me dieron segundo clasificado y no había primero alguno (a lo mejor me ganó mi mal fario)).
Después de esta dura batalla que jamás olvidaré, toca un merecido descanso antes de volver a los entrenamientos con ganas. Mi idea es ir acumulando kms hasta el otoño participando en carreras más cortas. Espero que para cuando vuelvan los días más frescos tras el estío, haya conseguido mejorar notablemente capacidades con mis entrenamientos, y demostrar así las ventajas de esta preparación para que cualquier atleta veteran@ destroce sus cronos.
Creo que ha quedado claro, al menos, que no soy un portento físico, y que aún así voy progresando más allá de lo que es “habitual” a estas edades, todo gracias a un entrenamiento poco agresivo y dando máxima importancia a la recuperación y el descanso.

Lamento haberme extendido tanto en este artículo pero es que tantos sin sabores son difíciles de resumir. Aunque me huelo que más de un@ disfrutará a lo grande de mis penalidades ¡Muchas gracias! (con retintín). A lo dicho, me despido remitiendo vuestra atención a algún artículo este verano sobre cómo van los entrenamientos y competiciones cortas, preludio de alguna otra media maratón en el otoño. Un abrazo para tod@s.

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